La escritura es uno de los grandes inventos de la humanidad,
seguramente el más grande de todos, ya que ha hecho posible la historia.
Aprendemos a escribir en la escuela, siendo niños, y cuando llegamos a adultos apenas
nos paramos a pensar en el proceso mental y físico gracias al cual nuestros
pensamientos se transforman en palabras.
Hoy saber escribir nos parece lo más normal, pero ¿cómo
consiguieron aprender a escribir los primeros hombres de la historia? ¿Cómo
codificaban los símbolos de su lengua y su pensamiento? ¿Qué clase de personas
eran los primeros escritores, y a qué clase de ideas, información y
sentimientos dieron permanencia?
La mayor parte de los investigadores y eruditos aceptan que
la escritura comenzó con la contabilidad, como consecuencia directa de las
apremiantes necesidades de una economía en expansión. A finales del cuarto
milenio a.C., la complejidad del comercio y la administración en las primitivas
comunidades mesopotámicas llegó a una tesitura en la que sobrepasó la capacidad
mnemotécnica de la clase gobernante. Por este motivo, llegó a ser esencial
registrar las transacciones comerciales de una manera permanente y fiable. Pero
esto no explica cómo pudo surgir la escritura de un sistema mnemotécnico que no
era una verdadera escritura. En esta cuestión hay mucha polémica y pocas
evidencias. El origen divino de la escritura, vigente hasta el siglo XVIII, ha
cedido paso a la teoría de un origen pictográfico, es decir, a representaciones
pictóricas de objetos concretos. Algunos estudiosos opinan que la escritura fue
resultado de la indagación deliberada de un sumerio que vivía en la ciudad de
Uruk, hacia el 3000 a.C. Para otros, fue obra de un grupo de administrativos y
comerciantes. Hay quien afirma que no fue un invento, sino un descubrimiento
fortuito. Muchos la consideran fruto de la evolución. Sea lo que fuere, lo
esencial para el desarrollo de la plena escritura, por contraposición a la
escritura limitada y puramente pictográfica, fue el llamado "principio del
jeroglífico", la idea revolucionaria de que un signo pictográfico podía
tener un valor fonético.
En la actualidad, tanto los europeos como los americanos de
cultura media tienen que reconocer y usar alrededor de 52 signos alfabéticos,
así como diversos signos de otra índole: numerales, de puntuación y símbolos
semánticos que se suelen llamar logogramas. Por el contrario, un japonés medio
debe reconocer y usar cerca de dos mil símbolos, y, en el caso de los muy
cultos, unos cinco mil o más. Estas dos situaciones que contrastan, la
europeo-americana y la japonesa, parecen muy diferentes, pero en realidad son
más parecidas de lo que se diría a simple vista. Todos los sistemas de
escritura son escritura en el pleno sentido del término, es decir, sistemas de
símbolos gráficos que se pueden usar para transmitir cualquier pensamiento o
idea. Lo diferente, a parte de las formas externas de los símbolos, es la
proporción entre los signos fonéticos y los semánticos, cuanto más alta sea
ésta, tanto más difícil será deducir la pronunciación de las palabras
EL TRANSPORTE
El transporte surge en la antiguedad, como necesidad de
intercambio comercial a distancia o de transportar recursos materiales y
personas. Aunque hoy vemos moverse con rapidez, a los coches, a los aviones, a
los barcos y a los trenes, no siempre fué así, primero se tuvo que inventar la
rueda y muchos siglos después, la máquina de vapor que sirvió de motor.
Actualmente el transporte es fundamental desde el punto de
vista económico ya que forma parte de los costes de producción de cualquier
cosa que se fabrica y se comercia y está además muy relacionado con los
sistemas de comunicación.
Fueron motivaciones históricas, antropológicas y biológicas
las que llevaron al hombre a desarrollar los diversos medios de transportes
existentes. Pero también la curiosidad característica del ser humano, lo ha
incentivado a querer explorar su morada, la Tierra.
Así es como, desde los primeros troncos usados en forma de rodillos,
pasando por la rueda, los barcos a vela, los aviones y los cohetes
espaciales, el hombre fue creando los medios que le permitieron, por
necesidad o curiosidad, transportarse a través del espacio.
LA MEDICINA
La Medicina no es más que una forma de la Ciencia, a la que
se ha llegado por las peculiares características sociales, culturales y
científicas en las que se ha desenvuelto el ser humano. Los condicionamientos y
el momento en que ellos actúan, para ayudar a la generación y progreso de la
ciencia médica, estuvieron dominados por la lucha contra el dolor y la muerte
desde el comienzo de nuestra especie. El dolor representaría el primer problema
y el de más acuciante solución para un hombre primitivo que, con posterioridad
y ante el progreso de su dimensión humana, se cuestionaría el por qué y el a dónde
de su existencia, tratando de oponerse al proceso natural que más aterra a la
Humanidad: La Muerte.

En contraste con este concepto mágico-religioso de la
Enfermedad y de la Medicina, la gran aportación de la Grecia Clásica al patrón
de la Medicina Científica Occidental que poseemos fue que los temas médicos se
comienzan a esbozar con un criterio pragmático. En este momento es cuando la
Medicina surge como un ente que toma tres direcciones fundamentales:
La Morfológica, representada por la Anatomía descriptiva, la
gran contribución de la Medicina Helenística.
La Funcional que, encuadrada en un concepto dinámico de la
Anatomía, según Laín Entralgo (1982), se corresponde con la Fisiología,
Psicología y Sociología.
La Patológica, donde
ya no hay vestigio alguno de la antigua mentalidad mágica y el Empirismo es
sustituido por una actitud racional. La enfermedad es, a partir de este
momento, consecuencia de desequilibrios entre agentes externos o internos de
distinta naturaleza, pero no divinos.

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